
EDITORIAL: La Ley del Deseo.
Hay algo de cierto en el cliché de pensar en Chile como un país adolescente. Durante los últimos años, nuestro púber país ha sufrido una fuerte explosión de feromonas y nos hemos aproximado, lentamente, a nuestra sexualidad.
¿Cuál era la razón para mantener una parte tan fundamental de la vida de las personas en el plano de lo tabú y lo indecible? Mi primera teoría tiene que ver con miedo. Partiendo de la base de que vivimos en un país muerto de miedo, incluso ahora, cuando la amenaza no es concreta ni tiene rostro, tenemos miedo. Miedo a traspasar los límites de lo permitido. Miedo a salir del camino que a alguien se le ocurrió era el correcto. Y el miedo es hondo y llega hasta nuestra naturaleza más profunda. Y por qué no pensar que cuando se reprime al ser humano, se reprime también el deseo. Su parte más animal. Y así quedamos. Reprimidos. Incapaces de asumir nuestra sexualidad. Nuestras ganas. Una represión que se refleja en la clásica escena del anónimo hombre que deja deslizar una casi incomprensible cochinada/piropo al cruzarse frente a frente con una señorita. Qué metáfora y que asquito aquello.
Ahora bien, decíamos que nuestro joven país está despertando a su sexualidad y a sus propios deseos en general. Mi segunda teoría tiene que ver con la culpa. Supongamos que nos hemos ido liberando de la culpa del deseo. La culpa que nos reprime esas emociones que nos conectan con nuestra naturaleza profunda y nos hacen desear. Y claro, todo el desarrollo de la sociedad moderna ha tenido que ver con imponer la razón y consecuentemente reprimir todo lo que esta no pueda explicar. Por ende, la culpa de sentir emociones absolutamente irracionales. Que nos alejan de nuestra “humanidad”. Que nos vuelven animales. Pero la tendencia racionalizadora ya es pasado y no es arriesgado decir que hoy somos un poco más libres para dejar fluir esos sentimientos que se presentan de manera irracional.
Estamos enfrentándonos a nuestros deseos. Y claro, siempre en el límite de parecer frívolos o hedonistas si es que sólo nos dejamos llevar por ese deseo, pero no si es que lo miramos como un proceso. Ahora se habla de sexo, se experimenta y se comparte. Se tematiza más allá de la broma doble sentido, de la culpa y el miedo.
0 Responses to “”